La senda por la que discurren los
aconteceres cotidianos donde se fundamenta nuestra existencia está plagada de
elementos condicionantes, accesorios vitales incrustados en nuestro propio destino. Eso hace
inevitable que éste tome un rumbo u otro, manteniéndonos a veces en la
seguridad relativa que la despejada pista ofrece, o por el contrario,
despidiéndonos fuera de ella hacia inhóspitos lodazales, con el consiguiente
riesgo que esto lleva implícito.
Cuando nos disponemos a analizar
las causas por las que un individuo da con sus huesos en este o aquel punto de
su existencia (ruinosa o sumamente afortunada), iniciamos automáticamente el
manido y antiquísimo debate acerca de quién o quiénes son los responsables de
repartir venturas y desventuras sin orden ni concierto, a unos mortales
enfrascados en la determinación de que nada ni nadie dará ese sorpresivo golpe
de estado a su más que afianzado autogobierno.
En la misma tesitura (esa tan
susceptible de sugerir tan fabulosas hipótesis en este o aquel sentido) nos
coloca David Gordon Green en
su reciente estreno para la gran pantalla. Joe es un ejercicio de reflexión impreso en celuloide acerca de
lo que somos o lo que nos hacen ser, y en definitiva, lo que la suma de todo
ello da como resultado.
Los personajes de este drama
navegan en su particular temporal de inclemencias vitales desde una ruda, rústica
y dura perspectiva inmersa en la América más profunda, donde casi podríamos
afirmar que impera una ley que va más allá de lo que promulguen las oficiales
del estado en cuestión, donde es justo aferrarse casi exclusivamente a las que el propio individuo cree como propias; esas
leyes morales que tan poco tienen que ver con lo que la justicia determina como
únicas e inviolables. La única intención de los personajes es la de esquivar a
diario a ese fantasma que con tanta frecuencia se les aparece con intención de
atraparlos sin remedio en su oscura y siniestra
selección de desdichas que esta vida (sin aparente intención), parece
tenerles reservada.
El personaje de Joe Ransom denota ese plus de calidad
que le otorga el acierto de confluir con el profesional adecuado, el cual dará
el toque maestro a ese papel que hará suyo, elevando a su vez el caché de la
totalidad de la cinta. Nicolas
Cage es más que nunca su personaje, es al cien por cien y de principio a
fin Joe Ransom, y eso se agradece. Hasta tal punto, sin desmerecer al resto del
reparto: un espléndido Gary
Poulter, recientemente desaparecido, o un más que acertado Ronnie Gene Blevins. Éste es sin duda, junto al otro gran
puntal de la historia (un jovencito y brillante Tye Sheridan) la columna
vertebral donde se basa esta cruda trama atiborrada de emociones engastadas en
el rudo panorama de un “submundo” en el que la vida reparte a cada uno lo suyo
sin que tenga ya mucho sentido (cuando el desenlace se muestra impreso en los
últimos fotogramas, aletargando quizás ese debate filosófico y ensalzando lo
visceral y gratificante de la cinta) plantearse eso de qué o quiénes les han
conducido hasta allí.
Carlos Pérez
“Joe”
When we have to analyze the
causes for which an individual ends up in this or that point of his existence
(ruinous or extremely lucky), we automatically start the stale and ancient
debate about who are responsible for distributing fortunes and misfortunes
without rhyme or reason, a few mortals engaged in the determination that
nothing and no one will give that surprise coup to his more than entrenched
self-government.
In the same frame of mind (that
one so likely to suggest these fabulous hypothesis in this or that direction) places
us David Gordon Green at his recent
premiere for the big screen. "Joe" is an exercise in
reflection printed on celluloid about who we are or what we are forced to be and
ultimately, so that the sum of all results. The character from this drama
sail in their own storm of vital inclemencies in a rough, rustic and hard
perspective lost in the deepest America, where we could confirm that rules a
law that goes beyond what the official State announces. Here is fair take
refuge only in the ones that the individual thinks as his; those moral laws
have nothing to do with what justice orders as unique and inviolable. The only
intention of the characters is avoid that ghost that so often shows up to catch
them in his dark and sinister selection of misfortune that this life (without
obvious intention) seems to have for them.
The
character of Joe Ransom denotes a
plus of quality that gives the success that merges with the appropriate
professional, which will give the master touch to this role that will make his,
raising at the same time the cache of all the film. Nicolas Cage is more than ever his character, he is 100% and from beginning to end
Joe Ransom, and that is appreciated. He plays really well, without devaluing
the rest of the cast; a splendid Gary Poulter, recently deceased, or a more than successful Ronnie Gene Blevins. He is, without any doubt, together with the
other great cornerstone of this story (a young and brilliant Tye Sheridan) the spinal column in which is based this raw plot stuffed with
emotions set in a crude scene of an "underworld" in which life gives to each one's own without having already much (when
the outcome is shown printed in the last frames, maybe
making this philosophical debate drowsy and extolling the visceral and rewarding of the film) consider what or
who have led them there.
Carlos Pérez
Review: Pilar Colomo
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