El rígor mortis
de algunos géneros cinematográficos se acrecienta con mucha más celeridad
cuando se consume sin miramientos la última gota de ese bálsamo que les ha
permitido copar durante décadas el beneplácito de un público que ha sabido ver
con meridiana claridad un trabajo basado en el saber hacer del cineasta de
turno. Llegamos a tal punto cuando se exprimen hasta la saciedad tópicos y
clichés del género en cuestión que se haya elegido para configurar un nuevo
proyecto, que seguramente no nos lo resulte tanto, dadas las bocanadas de
fondos y formas ya empleados en sus anteriores congéneres.
No es el caso,
ni por asomo de, Sólo
los amantes sobreviven. Aunque sí
podríamos entroncarla claramente con el género vampírico, éste subyace en un
discreto segundo plano para sustentar de forma firme, como si de una hercúlea
columna se tratara, las disposiciones acerca del verdadero elixir de la vida,
el auténtico meollo de la cuestión, que el director Jim Jarmusch
nos invita a ver a través de los ojos de unos individuos con siglos de experiencia en estas lides.
Enarbolando con
pulso firme emblemas críticos con una sociedad obnubilada con campañas de
baldíos consumismos, carente de valores y sumida en su propia ceguera de
indolencia cotidiana, encontramos a Jarmusch. Desde la nocturna oscuridad, como
cuando deben apagarse las luces ante la proyección o representación de alguna
obra fundamental, diseña el marco perfecto desde donde el espectador puede
contemplar, vía vampírica, cuánto nos asemejamos a esos zombis, que han
desterrado de sus vidas parcial o totalmente artes fundamentales como la
literatura, la música y la pintura. La ciencia,
elemento indispensable, relegado actualmente a meros intereses
económicos, y todo lo que convierte al
ser humano en ese ser creador y único, difícil de hallar hoy en día.
Excelentes Tom Hiddleston
y Tilda
Swinton, los vampiros que desde su
particular y antiquísima historia de amor, se parapetan en libros
indispensables, canciones igual de imprescindibles y hallazgos científicos que
abrazan ese halo, mezcla de nostalgia y reivindicación, para desmarcarse de
unos mortales tan vacíos como su propia escala de valores. Divina juventud,
obligada en este alegórico canto a la vida, encarnada por una deslumbrante Mia Wasikowska.
El placer por el placer de un paseo en coche a la luz artificial de las calles
de París, cuando las prisas reposan en su ataúd particular y solo hay que
dejarse impregnar por la magia de sus centenarias avenidas desiertas que
desnudas incitan con mayor facilidad a regresar a un pasado en el que todo fue
mejor.
Un ramillete
espléndido de pequeños pero fundamentales retazos de vida con los que el
director estadounidense establece esa escala de valores, que estamos perdiendo
tan vertiginosamente como transcurren nuestras vidas.
El fragmento de
un viejo poema o las notas de una canción aderezadas con la mejor compañía
supondrán que afloren en un rostro extasiado esos colmillos que echamos en falta cada vez con más frecuencia.
Carlos Pérez
Only
Lovers Left Alive
The rigor mortis of some cinema genres grow much quicker
when it is consumed without consideration the last drop of that balm that has
allowed them for decades to take the approval of a public that has been able to
see a work based on knowledge of the inevitable filmmaker. We reach that point
when clichés belonging to that genre chosen to create a new project are totally
squeezed, which is surely not so new, given the gusts of funds and forms already
used in their earlier counterparts.
This is not what happened, by no means, with "Only
Lovers Left Alive". Although we could do draw it clearly into the vampire
genre, it underlies a second discreet level to sustain in a firm manner, as if
it were a Herculean column, the aptitudes about the true life´s elixir, the
real heart of the issue, which director Jim Jarmusch
invites us to see through the eyes of individuals with centuries of experience
in this field.
Hoisting with steady hand critical emblems with a
society blinded by consumism campaigns, devoid of values and lost in his own
indolence blindness, we find Jarmusch. From the nighttime darkness, like when
all the lights must be turned off due to a projection or a performance of a
fundamental work, it designs the perfect setting from which, in a vampire way,
the spectator can look at how we are so similar to those zombies that got rid
partially or totally of fundamental arts like literature, music or painting.
Science, essential element nowadays set aside to pure economic interest, and
all that makes the human being in that unique and creator being, difficult to
find nowadays.
Excellent Tom Hiddleston
and Tilda Swinton, vampires which from their particular and ancient
love story, hide in indispensable books, equally essential songs and scientific
discoveries that embrace that halo, mixture of nostalgia and demand, to
distance themselves from a few such empty mortals as thair own scale of values.
Youth, divine treasure, forced in this allegorical singing to life, played by a
stunning Mia Wasikowska. Pure pleasure
of a car ride with the artificial light of the streets of Paris, when rush lies
in its particular coffin and you only have to let you pervades by the magic of
its centenaries deserted avenues that naked encourage you easier to go back to
a past where everything was better.
A splendid bouquet of small but fundamental remnant of
life with which the American director sets that scale of values, that we are so
dramatically losing as our lives go by.
The fragment of an old poem or the notes of a song
dressed with the best company will result in an entranced face in which those
canines that we miss more and more appear.
Carlos Pérez
Translation review: Pilar Colomo
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