Inescrutables y
misteriosos son los caminos del Señor. Tanto, como el devenir paulatino y a la
vez vertiginoso del marco vital en el que se encuadra nuestra existencia. Ésta,
acorralada, incluso amedrentada tantas veces por las diferentes acometidas
ideológicas, educacionales o religiosas que conforman el entorno del propio
individuo, ha de tomar derroteros excepcionales, tratando así de solventar esa
dura papeleta con la que lidiamos a diario, dejándose llevar, influenciada por
estos o aquellos preceptos que de alguna manera se han impuesto a los demás
competidores.
Camino
de la cruz insta a espectadores crédulos o no con
respecto a asuntos de fe a acompañar a una niña de catorce años decidida a
acometer, sin atender a otras consideraciones incipientes en la vida
adolescente, un particular viacrucis. Con este pretende entrar a formar parte
de ese selecto número de almas que dieron su vida por los demás empujados
siempre por ese halo divino que les otorgará automáticamente la categoría de
mártires.
El enfoque unidireccional
con el que el director alemán Dietrich Brüggemann
retrata la historia, que en principio pareciese una crítica al soporífero y
consensuado fanatismo religioso por parte de autoridades eclesiásticas y
progenitora, y se va diluyendo sin dejar de apostillar las torturas
psicológicas sufridas por la chica. Incluso se torna un aliado, a medida que el
metraje de la cinta va desfilando por la luz del proyector, con lo que pudiera
convertirse en ese milagroso estadio al que la joven ansía llegar convertida ya
en merecidísimo mártir, fruto de su tesón y fuerza espiritual. Tal es así, que
no se aprecia una postura clara por la que Brüggemann se decante con respecto a
esa amalgama de condicionantes religiosos y el sacrificio a través de la fe,
dejando en manos del espectador un juicio sin ningún elemento de distorsión a
la hora de crear esa opinión personal tras los créditos del final.
La cinta se estructura en
catorce partes simbolizando las catorce estaciones del viacrucis de Jesús.
Eligiendo con gran acierto el plano con el que quiere enfatizar tal o cual
elemento narrativo, el cineasta alemán atrae magistralmente con la cámara la
atención del respetable, sugiriendo con cada movimiento un plus de emoción
hilado a golpe de traveling. Escenas
confeccionadas a golpe de bisturí descriptivo sin ningún desperdicio, en las
que se nos muestra con rotundidad el poder visual de cada secuencia.
Destacar el trabajo de la
joven protagonista Lea
Van Acken (María). La película se proclamó como ganadora del
premio al mejor guión en Berlín y de la Espiga de Plata en la Seminci de
Valladolid.
En ocasiones una
ascensión a los cielos hace que todo lo terrestre parezca del todo
intranscendente.
Carlos Pérez
“Kreuzweg”
Inscrutable and mysterious are the ways of God. As
much as the simultaneously dizzying and gradual evolution of the vital frame
that fits our existence. It is cornered and even bullied many times by
different ideological, educational or religious charges that conform the own
individual environment. So it should take exceptional paths, trying to solve
this tough task with which we deal on a daily basis, being carried along,
influenced by these or those precepts that somehow have been imposed on other
competitors.
“Kreuzweg” urges the viewers (faithful or not) to accompany a
fourteen-year-old girl decided to undertake without dealing with any other
considerations emerging in teen life, a particular Stations of the Cross. She aims
to be part of this select number of souls who gave their lives for others
always pushed by this divine aura that will automatically give them the martyrs’
category.
The one-way approach with which the German director Dietrich
Brüggemann portrays the story, that at first seems to be a
critique to the soporific and consensual religious fanaticism by ecclesiastical
and progenitor authorities, but it is slowly diluted while it keeps apostilling
the psychological tortures suffered by the girl. It even becomes an ally as the
movie footage parades through the projector light with what could become this
miraculous stage which the young woman craves to become, already converted into
well-deserved martyr, as a result of her determination and spiritual strength.
Such is the case that is not appreciated a clear stance that Brüggemann chooses
among this melting-pot of religious factors and sacrifice through faith, letting the viewer create a personal opinion after the
final credits without showing any distorting element.
The film is divided into fourteen parts symbolizing
the fourteen stations of Jesus´ Way of the Cross. Choosing the level that you
want to emphasize this or which narrative element, the German filmmaker
masterfully attracts the attention of the audience with the camera with great
success, suggesting with each movement an emotion´s bonus connected by force of
traveling with each movement. Scenes made by the blow of a descriptive scalpel
without any waste, which show us emphatically the visual power of each
sequence.
We want to highlight the work of the young protagonist
Lea Van Acken (Maria). The film became the winner of the Award for
Best Screenplay in Berlin and the silver spike in Seminci de Valladolid.
Sometimes an Ascension into heaven makes all the terrestrial seem entirely
unimportant.
Review: Pilar Colomo
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