El preámbulo de
una historia, ese preceptivo entrante con el que toda narración debe anunciar
lo que a continuación podremos degustar como plato fuerte, supone un referente
clave, un puntal estratégico donde asentar unos cimientos que supondrán la base
con la que podremos dirimir a primera instancia como va a desarrollarse una
determinada trama. Alex van Warmerdam
nos abre el telón de Borgman,
insuflándonos esa dosis casi imperativa de expectación con la que las glándulas salivares se activan
de inmediato presintiendo un apetitoso manjar. Y es que el director holandés
hace patente en las primeras escenas su intención de dejarnos bien clara la
condición, la pasta de la que están hechos Camiel
Borgman y sus secuaces, mostrándonos a un sacerdote que aguerrido empuña un
rifle con el que intenta acabar con este malévolo clan.
A través de esta
introducción premonitoria de lo que acontecerá más tarde, nos deslizamos hacia
un universo oscuro en el que el mal se filtra sinuosamente en las vidas de una
familia cualquiera, poniendo de manifiesto la fragilidad de un ser humano
vulnerable siempre a negativas influencias, que acaban por abrir una brecha en
sí mismos, y esta a su vez hará mella en el resto de la familia, poniendo patas
arriba la hasta ahora armoniosa convivencia.
Sin estridentes
fotogramas de sangrientos golpes de efecto, cadenciosamente y sin necesidad de
recurrir a otras técnicas con garantía de éxito en esto de impresionar al
respetable, la cinta cumple con creces su misión de hacernos morder desde
primera hora un anzuelo que no soltaremos hasta el final de la misma. Este es
un mérito no atribuible a otros muchos estrenos que pecan de no establecer los
puentes adecuados para salvar esas lagunas somníferas nada recomendables.
Thriller
psicológico, siniestra angostura por la que se pierde el ser humano a través de
absurdas visiones engastadas en un plano onírico que aturde y confunde a mentes
y almas, donde las víctimas en esta ocasión pertenecen a una familia acomodada.
Quizá sea esta otra insinuación más con la que el director da pie a
elucubraciones acerca de expiar los pecados de una parte de la sociedad
obcecada en los placeres de la abundancia, ésta que a diario envenena su
entorno con siniestros propósitos, tal y como lo hacen en el film unos
indeseables individuos.
Brillante la
actuación de Jan
Bijvoet (Camiel Borgman), sólido y constante en la edificación de ese
siniestro personaje que sin despeinarse logra convencernos del poder de sus
artimañas, las cuales absorben la mente de Marina,
interpretada magistralmente por Hadewych Minis.
El propio Van Warmerdam no se contenta con quedarse detrás de las cámaras y
discretamente se mete en la piel de Ludwig, uno de los esbirros de
Borgman.
Carlos Pérez
“Borgman”
The preamble of a story, that mandatory starter with
which all narrative must announce what we will later taste as a main meal is a
key referent, a strategic plank where settle on a foundation which will be the
basis with which we will firstly be able to settle how is going to be developed
a certain plot. Alex van Warmerdam opens the curtain of "Borgman", blowing us that almost mandatory dose of hype which
activates almost immediately the salivary glands sensing an appealing delicacy.
This Dutch director clearly shows in the first scenes his intention to make us
clear the nature of Camiel Borgman
and his henchmen, showing a brave priest that grips a riffle with which he tries
to put an end to this malevolent clan.
Through this premonitory intro of what will happen
later, we slip into a dark universe where evil deviously seeps into the lives
of any family, emphasizing the fragility of a human being always vulnerable to
negative influences, that end up opening a gap in themselves, and this in turn
will make a dent in the rest of the family putting upside down the hitherto
harmonious coexistence.
Without loud frames of bloody dramatic effects, slowly and without needing to recourse to other techniques with
guarantee of success in impressing the audience, the film meets and exceeds its
mission from the very beginning to make us bite a hook that we won´t release
until the end of the film. This is a merit that can´t be attributable to other
many premieres that err in not establishing adequate bridges to save those not
recommendable somniferous gaps.
Psychological thriller, spooky angostura by which
human beings get lost through absurd visions set in a dreamlike shot that stuns
and confuses minds and souls, where the victims this time belong to one wealthy
family. This might be one more insinuation which the director gives rise to
reflections about expiating the sins of a part of the society obsessed with
wealth pleasures, the one that daily poisons its surroundings with sinister
purposes, as they do in the film some undesirable individuals.
Brilliant performance by Jan Bijvoet
(Camiel Borgman), solid and constant
in the building of that sinister character that easily manages to convince us
of the power of his tricks, which absorbs the mind of Marina, played masterfully by Hadewych Minis.
The own Van Warmerdam is not content to stay behind the scenes and he quietly
gets on the skin of Ludwig, one of
the henchmen of Borgman.
Carlos Pérez
Review: Pilar Colomo
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