Feb 26, 2014

Cuando todo está perdido


La principal misión que recae sobre las espaldas de cualquier cineasta a la hora de llevar a cabo el proyecto que tiene en mente, no es otro que el de hacer llegar al espectador con la máxima intensidad posible todas y cada una de las sensaciones que se encierran en un guión a los que el actor o actores de turno tratarán de sacar el máximo partido.
Pero el cine es sobre todo un impacto visual aderezado en muchas ocasiones con grandes y provechosos diálogos que por otra parte, quedarían más que huérfanos sin  esa imagen que lleva adosada. El resultado no sería el que es en muchos films si el correspondiente diálogo o monólogo no fuera acompasado del fotograma que ilustra tal o cual discurso. Se nos antoja primordial esa relación en muchas ocasiones triple, entre guión, escenografía y banda sonora. Pero no siempre esta conjunción de elementos es imprescindible para transmitir toda la esencia de tal o cual historia. Este es el caso de, “Cuando todo está perdido”, una letanía de reveladores fotogramas a los que no les hace falta ningún tipo de añadido fonético para guiarnos sin dilaciones innecesarias hacia ese hilo conductor con el  que todo espectador espera conectar.
Un solo actor frente a una cámara,  sin opción alguna a lucirse como otros tantos con esa frase genial del guionista de turno, es un hueso siempre correoso para el responsable de la cinta en cuestión, en este caso el director J.C. Chandor, y por supuesto para el solitario protagonista. Pero no sólo de frases tan célebres como brillantes vive el amante del celuloide. Aquí la retórica del guión es un encefalograma plano que da la oportunidad de conmutarse (si de mil palabras hablásemos) por esa imagen más valiosa aún, según el dicho popular.

La figura de un ser humano que lucha por sobrevivir en la inmensidad  de la nada, es un tema siempre sugerente a la hora de captar la atención de un público ansioso por vislumbrar la luz de ese negro túnel en el que se encuentra un personaje que urde mil artimañas, dado que la vida le va en ello, para salir de tan grave  embrollo. Un veteranísimo Robert Redford sin apenas articular palabra, tirando de oficio y manejándose con pasmosa naturalidad a lomos de esa expresividad corporal que tan inútiles hace a veces las palabras, nos conmina a embarcarnos  con él en esa lucha a muerte con el Océano. No hacen falta en esta ocasión amigos imaginarios como la pelota Wilson de Tom Hanks en Náufrago”, “ni tampoco el fantasma de George Clooney  con el que Sandra Bullock mantiene a flote esas esperanzas ya tan escasas en “Gravity”. Solos él y el mar se bastan para, sin acudir a melodramáticas escenas, por otra parte innecesarias, atraparnos en esa epopeya que al margen de toda ampulosidad, cumple a la perfección con su propósito de anclarnos a la butaca tanto como “nuestro hombre”(así se le nombra en los títulos de crédito) se aferra a su vida.     

Carlos Pérez

                                                     All is lost


The main mission that falls upon the shoulders of any filmmaker when carrying out a project, which has in mind, is none other than to make the viewer feel with the maximum intensity each and every one of the sensations that are locked up in a script; a script that the actor or actors will try to make the most of.

But cinema is primarily a visual impact decorated in many occasions with large and fruitful dialogues which, on the other hand, would make no sense without the proper attached picture. The result would not be what it is in many films if the corresponding dialogue or monologue were not accompanied by the frame which illustrates such discourse. That triple relationship between  screenplay, scenography and soundtrack seems essential. But this combination of elements is not always essential to convey the essence of a certain story. This is the case of "All is lost," a litany of frames that need no added word to guide us to that strand that any spectator hopes to get connected with.

A single actor in front of a camera, with no chance to show off, just like many others with a great phrase by the screenwriter. This is always tough for the director - in this case J.C. Chandor - , and of course for the only actor. But those great quotes are not the only important thing in cinema since, according to this film, a picture is worth a thousand words.

A human being struggling to survive in the vastness of nothing is a theme always evocative to capture the attention of an audience eager to see the light at the end of that black tunnel in which the main character is stuck, trying to get out of there as his life is at stake. An expert Robert Redford without even say a word, and using the expressiveness of his body, which sometimes makes the words useless, invites us to embark with him in that fight to death with the ocean. In this occasion there is no need of imaginary friends as the Tom Hanks’s ball Wilson in "Castaway", or the ghost of George Clooney which helps Sandra Bullock to go on in "Gravity". There’s only him and the sea to get hooked in this adventure that perfectly fulfills its purpose of “anchoring” us to the seat, as much as "our man” hangs onto life.  

Carlos Pérez
Translation review: Elvira Salinas

               

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