La principal
misión que recae sobre las espaldas de cualquier cineasta a la hora de llevar a
cabo el proyecto que tiene en mente, no es otro que el de hacer llegar al
espectador con la máxima intensidad posible todas y cada una de las sensaciones
que se encierran en un guión a los que el actor o actores de turno tratarán de
sacar el máximo partido.
Pero el cine es
sobre todo un impacto visual aderezado en muchas ocasiones con grandes y
provechosos diálogos que por otra parte, quedarían más que huérfanos sin esa imagen que lleva adosada. El resultado no
sería el que es en muchos films si el correspondiente diálogo o monólogo no
fuera acompasado del fotograma que ilustra tal o cual discurso. Se nos antoja
primordial esa relación en muchas ocasiones triple, entre guión, escenografía y
banda sonora. Pero no siempre esta conjunción de elementos es imprescindible para
transmitir toda la esencia de tal o cual historia. Este es el caso de, “Cuando
todo está perdido”, una letanía de
reveladores fotogramas a los que no les hace falta ningún tipo de añadido
fonético para guiarnos sin dilaciones innecesarias hacia ese hilo conductor con
el que todo espectador espera conectar.
Un solo actor
frente a una cámara, sin opción alguna a
lucirse como otros tantos con esa frase genial del guionista de turno, es un
hueso siempre correoso para el responsable de la cinta en cuestión, en este
caso el director J.C. Chandor,
y por supuesto para el solitario protagonista. Pero no sólo de frases tan
célebres como brillantes vive el amante del celuloide. Aquí la retórica del
guión es un encefalograma plano que da la oportunidad de conmutarse (si de mil
palabras hablásemos) por esa imagen más valiosa aún, según el dicho popular.
La figura de un
ser humano que lucha por sobrevivir en la inmensidad de la nada, es un tema siempre sugerente a la
hora de captar la atención de un público ansioso por vislumbrar la luz de ese
negro túnel en el que se encuentra un personaje que urde mil artimañas, dado
que la vida le va en ello, para salir de tan grave embrollo. Un veteranísimo Robert Redford
sin apenas articular palabra, tirando de oficio y manejándose con pasmosa
naturalidad a lomos de esa expresividad corporal que tan inútiles hace a veces
las palabras, nos conmina a embarcarnos
con él en esa lucha a muerte con el Océano. No hacen falta en esta
ocasión amigos imaginarios como la pelota Wilson de Tom Hanks
en Náufrago”,
“ni tampoco el fantasma de George Clooney con el que Sandra Bullock
mantiene a flote esas esperanzas ya tan escasas en “Gravity”.
Solos él y el mar se bastan para, sin acudir a melodramáticas escenas, por otra
parte innecesarias, atraparnos en esa epopeya que al margen de toda
ampulosidad, cumple a la perfección con su propósito de anclarnos a la butaca
tanto como “nuestro hombre”(así se le nombra en los títulos de crédito) se
aferra a su vida.
Carlos Pérez
All is lost
The main mission that falls upon the shoulders of any
filmmaker when carrying out a project, which has in mind, is none other than to
make the viewer feel with the maximum intensity each and every one of the
sensations that are locked up in a script; a script that the actor or actors
will try to make the most of.
But cinema is primarily a visual impact decorated in
many occasions with large and fruitful dialogues which, on the other hand,
would make no sense without the proper attached picture. The result would not
be what it is in many films if the corresponding dialogue or monologue were not
accompanied by the frame which illustrates such discourse. That triple
relationship between screenplay,
scenography and soundtrack seems essential. But this combination of elements is
not always essential to convey the essence of a certain story. This is the case
of "All is lost," a litany of frames that need no added word to
guide us to that strand that any spectator hopes to get connected with.
A single actor in front of a camera, with no chance to
show off, just like many others with a great phrase by the screenwriter. This
is always tough for the director - in this case J.C. Chandor
- , and of course for the only actor. But those great quotes are not the only
important thing in cinema since, according to this film, a picture is worth a
thousand words.
A human being struggling to survive in the vastness of
nothing is a theme always evocative to capture the attention of an audience eager
to see the light at the end of that black tunnel in which the main character is
stuck, trying to get out of there as his life is at stake. An expert Robert Redford without even say a word, and using the expressiveness
of his body, which sometimes makes the words useless, invites us to embark with
him in that fight to death with the ocean. In this occasion there is no need of
imaginary friends as the Tom Hanks’s ball Wilson in "Castaway", or the ghost of George Clooney
which helps Sandra Bullock to go on in "Gravity". There’s only him and the sea to get hooked in
this adventure that perfectly fulfills its purpose of “anchoring” us to the seat,
as much as "our man” hangs onto life.
Carlos Pérez
Translation review: Elvira Salinas
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