En demasiadas ocasiones tenemos certeza de la existencia de una obra literaria cuando mucho tiempo después de que ese libro se instale en cualquiera de nuestras a veces tristemente poco frecuentadas librerías, alguien prendado de sus notables y excelsas virtudes, decide que sería una buena idea trasladar esa gran historia a la gran pantalla. Esto, precisamente es lo que puede ocurrirles a muchos cinéfilos con “El juego de Ender”, la película que pulula estos días por los cines de todo el país y que bebe de las fuentes de la novela homónima de Scott Card. Dotada generosamente con los medios técnicos más avanzados, obstáculo insalvable años atrás, cuando los intentos de plasmar la obra de Card en celuloide resultaba harto difícil, dada la complicada parafernalia escenográfica que suponía dicha empresa. El resultado en este sentido es absolutamente brillante, dejando por momentos al espectador sumido en ese estado de ingravidez en el que unos adolescentes personajes se emplean a fondo con el fin de ensayar tácticas de combate.
Toda adaptación
cinematográfica de cualquier obra literaria pierde algo de esa esencia, de ese subjetivo lenguaje que solo las letras
pueden transmitirnos. Pero hay algunos films que acusan más que otros ese
trasvase de diálogos y acciones, perdiendo parte o mucho de ello por el camino.
Por otra aparte, es imposible condensar en un metraje de hora y media cado uno
de los puntos y comas que se refieren en el libro, y en este caso el director
Gavin Hood opta por centrar la trama en el personaje que da título a la cinta y
que tan magistralmente interpreta el jovencísimo Asa Butterfield. Destacable
también es el trabajo de un Harrison Ford que mantiene al día esa pose enérgica
pero a la vez benévola que tantos éxitos le ha acarreado a lo largo de su
carrera. Ben Kinsgley refuerza ese doble frente moral junto a Ford a la hora de
convertir al protagonista en arma de destrucción masiva, nunca mejor dicho.
Temas tan espinosos como
el adiestramiento de niños para asuntos belicistas, o la guerra preventiva como
medio de defensa más efectivo, son abordados en el film con más suavidad, que
en el texto original que data de los años ochenta, perdiendo ese punto álgido
de ebullición que presenta en la novela. La “dulcificación” de formas y fondos
va más acorde con un siglo XXI en el que se va entendiendo aunque sea de manera
parcial, que algunas guerras, sino todas, son producto de intereses de pocos
para desgracia de muchos. Y es que las guerras son lo que son, y aún más graves
si cabe, si cuentan con la participación de niños. El juego de Ender deja de
ser tal cuando detrás de esa pantalla de simulación, aparecen esos grandes
aliados de las barbaries belicistas tales como la muerte, el dolor, el
sufrimiento, etc. Ahí es cuando Ender y otros tantos como
él a lo largo de la historia, pretenden remediar lo irremediable.
Carlos Pérez.
Ender's game, the film.
Too often have
certainty of the existence of a literary work when much time after that book is
installed in any of our sometimes sadly little frequented libraries, someone
took of his remarkable and exalted virtues, decides that a good idea would be
to move this great story to the big screen. This is precisely what can happen
to many moviegoers with "Ender's game", the film that swarming these
days by theaters around the country and drink sources from the eponymous novel
by Scott Card. Generously endowed with the technical means more advanced,
insurmountable obstacle years ago, when attempts to translate the work of Card
on celluloid was extremely difficult, given the complicated scenic
paraphernalia that supposed undertaking. The result in this sense is quite
bright, leaving moments the viewer in that State of weightlessness that teenage
characters are used to fund in order to rehearse combat tactics.
All film adaptation of any literary work loses
something of that essence of this subjective language that can convey only
letters. Another aside, it is impossible to condense in a length of time and
half each of the semicolons that relate in the book, and in this case the
director Gavin Hood opts to focus the plot on the character that gives title to
the tape and who so masterfully plays the young Asa Butterfield. Remarkable as
well the work of a Harrison Ford that keeps up this energetic but at the same
time benign pose that has brought so much success it throughout his career. Ben
Kinsgley reinforces that double moral front next to Ford when it comes to
making weapon of mass destruction, the protagonist never better said.
Such thorny
issues as the training of children for war issues, or preventive war as a means
of more effective defense, are addressed in the film with more softness, that
in the original text dating from the 1980s, losing that high boiling point
presented in the novel. . The "sweetening" of forms and funds goes
according to a 21st century in which going understanding even in a partial
manner, that some wars, but all are products of interest of few unfortunately
for many. And is that wars are what they are, and even more serious, if
possible, with the participation of children. Ender's game ceases to be such
when behind that screen of simulation, are those great allies of the militaristic
atrocities such as death, pain, suffering, etc. That's when Ender and others
like it throughout history, intended to remedy the inevitable.
Carlos Pérez.
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