Nov 20, 2013

El juego de Ender, la película


En demasiadas ocasiones tenemos certeza de la existencia de una obra literaria cuando mucho tiempo después de que ese libro se instale en cualquiera de nuestras a veces tristemente poco frecuentadas librerías, alguien prendado de sus notables y excelsas virtudes, decide que sería una buena idea trasladar esa gran historia a la gran pantalla. Esto, precisamente es lo que puede ocurrirles a muchos cinéfilos con “El juego de Ender”, la película que pulula estos días por los cines de todo el país y que bebe de las fuentes de la novela homónima de Scott Card. Dotada generosamente con los medios técnicos más avanzados, obstáculo insalvable años atrás, cuando los intentos de plasmar la obra de Card en celuloide resultaba harto difícil, dada la complicada parafernalia escenográfica que suponía dicha empresa. El resultado en este sentido es absolutamente brillante, dejando por momentos al espectador sumido en ese estado de ingravidez en el que unos adolescentes personajes  se emplean a fondo con el  fin de ensayar  tácticas de combate.

Toda adaptación cinematográfica de cualquier obra literaria pierde algo de esa esencia,  de ese subjetivo lenguaje que solo las letras pueden transmitirnos. Pero hay algunos films que acusan más que otros ese trasvase de diálogos y acciones, perdiendo parte o mucho de ello por el camino. Por otra aparte, es imposible condensar en un metraje de hora y media cado uno de los puntos y comas que se refieren en el libro, y en este caso el director Gavin Hood opta por centrar la trama en el personaje que da título a la cinta y que tan magistralmente interpreta el jovencísimo Asa Butterfield. Destacable también es el trabajo de un Harrison Ford que mantiene al día esa pose enérgica pero a la vez benévola que tantos éxitos le ha acarreado a lo largo de su carrera. Ben Kinsgley refuerza ese doble frente moral junto a Ford a la hora de convertir al protagonista en arma de destrucción masiva, nunca mejor dicho.
Temas tan espinosos como el adiestramiento de niños para asuntos belicistas, o la guerra preventiva como medio de defensa más efectivo, son abordados en el film con más suavidad, que en el texto original que data de los años ochenta, perdiendo ese punto álgido de ebullición que presenta en la novela. La “dulcificación” de formas y fondos va más acorde con un siglo XXI en el que se va entendiendo aunque sea de manera parcial, que algunas guerras, sino todas, son producto de intereses de pocos para desgracia de muchos. Y es que las guerras son lo que son, y aún más graves si cabe, si cuentan con la participación de niños. El juego de Ender deja de ser tal cuando detrás de esa pantalla de simulación, aparecen esos grandes aliados de las barbaries belicistas tales como la muerte, el dolor, el sufrimiento, etc. Ahí es cuando Ender y otros tantos como él a lo largo de la historia, pretenden remediar lo irremediable.
Carlos Pérez.

Ender's game, the film.



 Too often have certainty of the existence of a literary work when much time after that book is installed in any of our sometimes sadly little frequented libraries, someone took of his remarkable and exalted virtues, decides that a good idea would be to move this great story to the big screen. This is precisely what can happen to many moviegoers with "Ender's game", the film that swarming these days by theaters around the country and drink sources from the eponymous novel by Scott Card. Generously endowed with the technical means more advanced, insurmountable obstacle years ago, when attempts to translate the work of Card on celluloid was extremely difficult, given the complicated scenic paraphernalia that supposed undertaking. The result in this sense is quite bright, leaving moments the viewer in that State of weightlessness that teenage characters are used to fund in order to rehearse combat tactics.


All film adaptation of any literary work loses something of that essence of this subjective language that can convey only letters. Another aside, it is impossible to condense in a length of time and half each of the semicolons that relate in the book, and in this case the director Gavin Hood opts to focus the plot on the character that gives title to the tape and who so masterfully plays the young Asa Butterfield. Remarkable as well the work of a Harrison Ford that keeps up this energetic but at the same time benign pose that has brought so much success it throughout his career. Ben Kinsgley reinforces that double moral front next to Ford when it comes to making weapon of mass destruction, the protagonist never better said.


 Such thorny issues as the training of children for war issues, or preventive war as a means of more effective defense, are addressed in the film with more softness, that in the original text dating from the 1980s, losing that high boiling point presented in the novel. . The "sweetening" of forms and funds goes according to a 21st century in which going understanding even in a partial manner, that some wars, but all are products of interest of few unfortunately for many. And is that wars are what they are, and even more serious, if possible, with the participation of children. Ender's game ceases to be such when behind that screen of simulation, are those great allies of the militaristic atrocities such as death, pain, suffering, etc. That's when Ender and others like it throughout history, intended to remedy the inevitable.

Carlos Pérez.

          

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