Libertad, quizá sea una de las más hermosas y universales palabras que un ser humano ha pronunciado a lo largo de la historia desde que tiene conciencia de lo que ello supone. La privación de esta bendita condición, ha supuesto en infinidad de ocasiones el castigo más duro que haya podido aplicar el hombre a sus semejantes. Castigos necesarios cuando se cometen actos delictivos y en muchos de los casos justos, avalados por un sistema judicial que tira de grillete cuando no recurre a medidas más drásticas como la pena capital.
Mucho más grave es el asunto si los “delitos”
que han llevado a una persona a perder su status de libertad, son el provenir
de tierras con un nivel de desarrollo inferior
en las que otros seres humanos se creen con la potestad de hacerlas
suyas sometiendo a todos los individuos
que allí residen. Si además añadimos un color de piel distinto, obtenemos el
cóctel perfecto para que pueblos enteros acabaran bajo el yugo asfixiante de la
esclavitud.
En 1850, un culto músico
negro, libre y bien situado, residente en un país donde muchos de sus
congéneres aún sirven a sus amos bajo la amenaza del látigo o en su defecto más
cruento, la horca, se ve envuelto en una
vil trampa en la que cae sin remedio
arrastrando consigo también a su preciada libertad. Del relato que Solomon Northup escribiera más tarde,
en el cual narraba los años de humillaciones, maltratos y desdichas de toda
índole, que le habían acontecido en este singular infierno que compartió junto
con otras tantas personas de su misma raza,
empieza a gestarse, “12
años de esclavitud”, la película que en estos días
podemos disfrutar en muchas de las salas del país.
Steve MacQueen
a la dirección y John Ridley
perfilando un guión sobresaliente, dan un plus de magnificencia a una historia con solera propia, una de esas
historias con ese peso específico que requiere de una mano izquierda que sepa
doblegarlas a la hora de llevarlas a la gran pantalla sin que ésta pierda por
el camino parte de esa chispa necesaria
que anuda al espectador ese lazo en la garganta, claro indicador de que el film transmite buenas sensaciones. De esto sobre todo, se encargan los protagonistas de
esta dura cinta, dura y realista, sin
artificios de por medio que innecesariamente echarían más leña a un ya de por
sí vivo fuego. Maremagnun de sentimientos que negros y blancos van tejiendo
produciendo un tapiz de desdichas monocolor. Un sorprendente y magnífico Chiwetel Ejiofor
en la piel de Solomon Northup,
actuación que debería dar que hablar para bien en la entrega de los próximos
Óscar, al igual que el gran trabajo de una prometedora Lupita Nyong’o
(Patsey), que alcanza sublimes cotas
a la hora de encarnar un papel tan duro como incómodo. Brillante también el
resto del reparto, Michael Fassbender,
Paul
Giamatti, Benedict Cumberbatch,
y un breve pero contundente Brad Pitt,
entre otros tantos que configuran un film rotundo, grande en su realización,
engalanado con un sutil trazo del más puro y sencillo realismo, que nos deja
pegados a una pantalla llena de injusticias salpicada de hipócritas plegarias y
aderezada con esa pizca de esperanza que hila de principio a fin una historia
que bien merece una gran película.
Carlos
Pérez
12 Years a Slave
Freedom, perhaps one of the most beautiful and
universal words that a human being has pronounced throughout history since he
is aware of what this means. The deprivation of this blessed condition has been
in countless occasions the hardest punishment a man has been able to apply to
their fellows. Punishments which are necessary when committing criminal acts,
and fair in many cases , supported by a judicial system that resorts to shackle
or even more drastic measures such as the death penalty.
It is much more serious if the "crime" that
has led a person to lose his freedom, is
to come from lands with a lower level of development where other human beings
believe they have power to subject all
individuals residing there. If we also add a different skin color, we get the
perfect cocktail so that entire villages ended up under the oppressive yoke of
slavery.
In 1850, a cultured black musician, free and
financially secure, residing in a country where many of his peers still serve
their masters under the threat of the whip or, what’s worst, the gibbet, is
involved in a vile trap into which he falls hopelessly dragging with his
cherished freedom with him. From the story that Solomon Northup wrote later, describing years of humiliation,
mistreatment and misfortunes of any kind, that he had suffered in this singular
hell, shared along with so many others of his same race, starts to take shape "12 years
a slave", the
film we can enjoy these days in many
auditoriums of the country.
Steve
MacQueen as the director
and John Ridley outlining an outstanding script, suppose a plus of
magnificence for a story with its own character, one of those important stories
that requires a person who knows how to treat them to take them to the big
screen without losing part of that necessary spark which hooks the spectator; a
clear indicator that the film conveys good feelings. The responsible for this
are the actors in this tough, hard and realistic film, without artifice which would unnecessarily fuel an already
live fire. A mix of feelings that blacks and whites create producing a
one-color tapestry of misfortunes. A surprising and
superb Chiwetel Ejiofor as Solomon
Northup; a performance that should be taking into account for the upcoming
Oscars, as well as the great work of a promising Lupita
Nyong'o (Patsey), which reaches sublime heights
when it comes to embody a role as hard as uncomfortable. Brilliant also the
rest of the cast, Benedict
Cumberbatch, Michael Fassbender, Paul
Giamatti, and a brief but
hard-hitting Brad Pitt, among many others who form a blunt, big in its
realization, film adorned with a subtle stroke of pure and simple realism, that
left us stuck to a screen full of injustices,
hypocritical prayers and with that bit of hope that creates a story
which deserves a great movie from beginning to end.
Carlos
Pérez
Translation
review: Elvira Salinas
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