La gran pantalla
es otro medio más, (el séptimo, según ese ranking oficioso de medios
artísticos), de los que el ciudadano de
a pie dispone a la hora de dar vida a un
sentimiento fruto de inspiraciones varias y trabajo intenso, que tendrá como
principal objetivo encandilar los tímpanos y retinas de los mecenas más
pretendidos y en general de un público
que en la mayoría de las ocasiones es determinante en ese juicio tantas veces injusto
al que es sometida toda obra de arte.
Pero no sólo en
la determinación de contar tal o cual historia a modo de cuento lacrimógeno o
fábula aleccionadora se quedan muchos trabajos cinematográficos o de otra
condición artística. En otras ocasiones, la pretensión de su responsable va más allá de esa
delimitación, para adentrarse en el terreno de lo puramente reivindicativo. Stephen Frears
nos lleva por esos derroteros con “Philomena”.
Nos llama a ser testigos de una cruda historia que como tantas de ficción beben
de su casi más dura versión que desafortunadamente aconteció en la vida real.
Una joven madre soltera en la década de los 40 incriminada
por una sociedad ultra católica tan puritana como hipócrita, es el punto de
partida de esta cinta, imbuída del dolor de ésta y otras muchas madres a las
que no sólo robaron su juventud sino
también al hijo que según moralistas y religiosos, habían concebido
pecaminosamente.
Pero el guión
preparado al alimón entre Steve Coogan
(Martin Sixmith) y Jeff Pope, revierte en principio esa intención de lógica venganza
por otra de perdón reflejado en el personaje de Philomena, interpretado por una coherente y metódica Judi Dench,
que pone el contrapunto a esa otra faceta de hombre desencantado, perdido en
ese camino hacia una fe que no acaba de responder a todas esas preguntas que
pululan en la cabeza de un periodista
que no escribe sobre historias humanas, y que poco a poco irá viendo la luz al
final de ese tenebroso túnel que representa la crueldad del hombre frente a sus
congéneres.
Sin grandilocuentes
parafernalias, Philomena acapara
nuestra atención en buena parte de su metraje incidiendo en esa fórmula tan
prosaica como efectiva que no es otra que la de contar historias meramente
humanas.
Carlos Pérez
Philomena
The big screen is another media, (the seventh,
according to the unofficial artistic media ranking), for the citizen when it
comes to give life to a feeling based on inspirations and intense work, which
main objective is to please patrons and an audience whose opinion in most cases
is unfair; that is the decisive trial all artwork has to go through.
But sometimes the aim of many cinematographic works is
not only to tell a story. Sometimes the aim is to protest. That has been the
aim of Stephen Frears with "Philomena". He calls us to be witnesses of a raw story that, like
many fictional stories, is based on a true story which unfortunately happened
in real life.
A young single mother in the 1940s incriminated by an
ultra-Catholic society as Puritan as hypocrital, is the starting point of this film,
imbued with the pain of this and many other mothers who not only lost their
youth but also the son who had been sinfully conceived, according to moralists
and priests.
But at the beginning, the script prepared between Steve Coogan (Martin
Sixmith), and Jeff Pope, turns that
intention of revenge into a feeling of pardon reflected on the character of
Philomena, interpreted by a coherent and methodical Judi Dench,
that puts the counterpoint to this other facet of a disappointed man, losing a faith that does not quite answer all
those questions in the head of a journalist who does not write human stories,
and who will gradually see the light at the end of that dark tunnel representing
the cruelty of human beings.
Without grandiose paraphernalia, "Philomena" captures our attention in much of the footage
with that effective technique consisting of telling real human stories.
Carlos Pérez
Translation review: Elvira Salinas
No comments:
Post a Comment