Mar 7, 2014

Philomena

La gran pantalla es otro medio más, (el séptimo, según ese ranking oficioso de medios artísticos),  de los que el ciudadano de a pie dispone a la hora de dar  vida a un sentimiento fruto de inspiraciones varias y trabajo intenso, que tendrá como principal objetivo encandilar los tímpanos y retinas de los mecenas más pretendidos y  en general de un público que en la mayoría de las ocasiones es determinante en ese juicio tantas veces injusto al que es sometida toda obra de arte.

Pero no sólo en la determinación de contar tal o cual historia a modo de cuento lacrimógeno o fábula aleccionadora se quedan muchos trabajos cinematográficos o de otra condición artística. En otras ocasiones, la pretensión  de su responsable va más allá de esa delimitación, para adentrarse en el terreno de lo puramente reivindicativo. Stephen Frears nos lleva por esos derroteros con “Philomena”. Nos llama a ser testigos de una cruda historia que como tantas de ficción beben de su casi más dura versión que desafortunadamente aconteció en la vida real.

Una  joven madre soltera en la década de los 40 incriminada por una sociedad ultra católica tan puritana como hipócrita, es el punto de partida de esta cinta, imbuída del dolor de ésta y otras muchas madres a las que no sólo  robaron su juventud sino también al hijo que según moralistas y religiosos, habían concebido pecaminosamente.

Pero el guión preparado al alimón entre Steve Coogan (Martin Sixmith) y Jeff Pope, revierte  en principio esa intención de lógica venganza por otra de perdón reflejado en el personaje de Philomena, interpretado por una coherente y metódica Judi Dench, que pone el contrapunto a esa otra faceta de hombre desencantado, perdido en ese camino hacia una fe que no acaba de responder a todas esas preguntas que pululan en la cabeza de un  periodista que no escribe sobre historias humanas, y que poco a poco irá viendo la luz al final de ese tenebroso túnel que representa la crueldad del hombre frente a sus congéneres.

Sin grandilocuentes parafernalias, Philomena acapara nuestra atención en buena parte de su metraje incidiendo en esa fórmula tan prosaica como efectiva que no es otra que la de contar historias meramente humanas.  

Carlos Pérez

Philomena  


The big screen is another media, (the seventh, according to the unofficial artistic media ranking), for the citizen when it comes to give life to a feeling based on inspirations and intense work, which main objective is to please patrons and an audience whose opinion in most cases is unfair; that is the decisive trial all artwork has to go through.

But sometimes the aim of many cinematographic works is not only to tell a story. Sometimes the aim is to protest. That has been the aim of Stephen Frears with "Philomena". He calls us to be witnesses of a raw story that, like many fictional stories, is based on a true story which unfortunately happened in real life.

A young single mother in the 1940s incriminated by an ultra-Catholic society as Puritan as hypocrital, is the starting point of this film, imbued with the pain of this and many other mothers who not only lost their youth but also the son who had been sinfully conceived, according to moralists and priests.

But at the beginning, the script prepared between Steve Coogan (Martin Sixmith), and Jeff Pope, turns that intention of revenge into a feeling of pardon reflected on the character of Philomena, interpreted by a coherent and methodical Judi Dench, that puts the counterpoint to this other facet of a disappointed man,  losing a faith that does not quite answer all those questions in the head of a journalist who does not write human stories, and who will gradually see the light at the end of that dark tunnel representing the cruelty of human beings.

Without grandiose paraphernalia, "Philomena" captures our attention in much of the footage with that effective technique consisting of telling real human stories. 

Carlos Pérez

Translation review: Elvira Salinas

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