Cuando nos
llegan noticias de que nos encontramos ante el último trabajo de uno de los
grandes del cine, en este caso, de un género que podríamos calificar como más
personal si cabe (con permiso de otras no menos personalísimas aventuras
fílmicas) como es el caso del cine de animación; éste queda de inmediato,
independientemente de la calidad intrínseca de la cinta, envuelto en ese halo
orlado de dulzona expectación que se produce cuando somos conscientes de que
nos encontramos paladeando el último de esos azucarillos coloristas que tanta
satisfacción nos han dado en anteriores ocasiones.
Es en la
reciente 70ª edición del Festival de Venecia
donde el máximo responsable del estudio Ghibli,
Koji
Hoshino, anuncia la retirada de uno de los
grandes maestros del cine animado de todos los tiempos. Se trata de Hayao Miyazaki,
creador de reconocidos y laureados títulos, tales como “La princesa Mononoke”,
“El
viaje de Chihiro”, “El castillo ambulante”,
o este flamante “El viento se levanta”,
anunciado como el que cierra esta brillante trayectoria artística.
En esta última
aventura animada, el director japonés reniega de las excelencias que la
tecnología digital ofrece a los que las utilizan para mayor gloria de los
amantes de efectos especiales ultramodernos. Miyakazi prefiere establecer ese
peculiar vínculo que define al film como una especie de homenaje a ese cómic
tan vivo en la vida del artista nipón, y que traslada a la gran pantalla su
manera de crear unos personajes sacados de su propio pincel.
El resultado es
sin duda excelente en lo que a aspectos visuales se refiere; el espectáculo
cromático, el detallismo perfeccionista, y la expresividad de unos rostros que
nos transmiten exactamente lo que su creador quiere decirnos. Pero también y
sobre todo, es la historia que se va desgranando en cada fotograma, quizá la
menos fantástica de toda su obra pese a las varias incursiones oníricas en las
que nos vemos inmersos a lo largo de la cinta, la que copa ese protagonismo a
la hora de hacer balance del resultado final de la misma.
El guion está
basado en un personaje real: el ingeniero aeronáutico Jiro
Horikoshi,
el cual diseñara el avión de combate que participara en los bombardeos de Pearl
Harbor. También se basa en la obra literaria del mismo nombre, firmada por el
escritor nipón Hori Tatsuo.
Lejos de flirtear con temas belicistas que no han tenido ni tienen cabida en la
obra de Miyakazi, de alguna manera encuentra el modo de adherirlo como parte de
la historia que es, pero en un segundo plano casi anecdótico. Otros pedacitos
de historia japonesa se dan cita igualmente en la cinta: la gran depresión o el terremoto
de Kanto de 1923, ilustrado magistralmente en esas oleadas de sinuosos
latigazos que asolan la tierra. Pero quizá, aparte de la carrera profesional
del protagonista, habría que hacer especial mención a la conmovedora y trágica
historia de amor que llega a emocionarnos tanto como pudieran hacerlo los
mejores actores de carne y hueso.
Carlos Pérez
The Wind Rises
When we hear that we have the last work of one of the
greatest cinema directors, in this case, a genre that we could describe as more
personal if possible (with permission of other very personal cinematic
adventures) as it is the case of animated films; then, regardless of the
intrinsic quality of the film, it is immediately wrapped in that embellished aura
of sweet excitement that occurs when we are aware that we are savouring the
last of those colourist sachets
of sugar that gave us such a big satisfaction in the past.
It is in the recent 70th edition of the Venice Film Festival where the head of the Studio Ghibli, Koji Hoshino,
announces the retirement of one of the greatest masters ever of animated films.
We are talking about Hayao Miyazaki,
creator of famous and prize-winning titles such as " Princess Mononoke", "Spirited Away", " Howl`s Moving Castle ", or this brand new "The Wind Rises", announced as the one closing this brilliant career.
In his latest animated adventure, the Japanese
director rejects the advantages that digital technology offers to those who use
it for the greater glory of sophisticated special effects´ lovers. Miyakazi
prefers to establish that particular link that defines films as a kind of
homage to comics, which are so present in his life, and that moved to the big screen
his way to create characters taken from his own brush.
Without a doubt whatsoever, the visual aspect result
is excellent; the chromatic
spectacle, the perfectionist attention to detail, and the expressiveness of
faces that transmit exactly what their creator wants to tell us. But also and
above all, it is the story that pinpoints in each frame, perhaps the least
fantastic of all his works despite several oeniric incursions in which we are
immersed throughout the film, what
takes the attracting attention when it comes to evaluate the final result.
The screenplay is based on a real character: the
aeronautical engineer Jiro Horikhosi, who designed the combat aircraft involved in Pearl
Harbor bombing. It is also based on the literary work of the same name, signed
by the Japanese writer Hori Tatsuo.
He is far from flirting with militaristic topics that haven´t neither hadn´t
fit in the work of Miyakazi, but somehow he finds the way to attach it as a
part of the story that in fact it is, but in an almost incidental background. The
film also gathers other bits of Japanese history: the great depression or Kanto´s
earthquake in 1923, brilliantly illustrated in these waves of sinuous
lashes that devastate the Earth. But perhaps, besides the career of the
protagonist, it should be made a special mention for the moving and tragic love
story that comes to move us as much as the best flesh and bone actors could.
Carlos
Pérez
Translation review: Pilar Colomo
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