May 7, 2014

El viento se levanta

Cuando nos llegan noticias de que nos encontramos ante el último trabajo de uno de los grandes del cine, en este caso, de un género que podríamos calificar como más personal si cabe (con permiso de otras no menos personalísimas aventuras fílmicas) como es el caso del cine de animación; éste queda de inmediato, independientemente de la calidad intrínseca de la cinta, envuelto en ese halo orlado de dulzona expectación que se produce cuando somos conscientes de que nos encontramos paladeando el último de esos azucarillos coloristas que tanta satisfacción nos han dado en anteriores ocasiones.
 
Es en la reciente 70ª edición del Festival de Venecia donde el máximo responsable del estudio Ghibli, Koji Hoshino, anuncia la retirada de uno de los grandes maestros del cine animado de todos los tiempos. Se trata de Hayao Miyazaki, creador de reconocidos y laureados títulos, tales como “La princesa Mononoke”, “El viaje de Chihiro”, “El castillo ambulante”, o este flamante “El viento se levanta”, anunciado como el que cierra esta brillante trayectoria artística.
En esta última aventura animada, el director japonés reniega de las excelencias que la tecnología digital ofrece a los que las utilizan para mayor gloria de los amantes de efectos especiales ultramodernos. Miyakazi prefiere establecer ese peculiar vínculo que define al film como una especie de homenaje a ese cómic tan vivo en la vida del artista nipón, y que traslada a la gran pantalla su manera de crear unos personajes sacados de su propio pincel.
 
El resultado es sin duda excelente en lo que a aspectos visuales se refiere; el espectáculo cromático, el detallismo perfeccionista, y la expresividad de unos rostros que nos transmiten exactamente lo que su creador quiere decirnos. Pero también y sobre todo, es la historia que se va desgranando en cada fotograma, quizá la menos fantástica de toda su obra pese a las varias incursiones oníricas en las que nos vemos inmersos a lo largo de la cinta, la que copa ese protagonismo a la hora de hacer balance del resultado final de la misma.
El guion está basado en un personaje real: el ingeniero aeronáutico Jiro Horikoshi, el cual diseñara el avión de combate que participara en los bombardeos de Pearl Harbor. También se basa en la obra literaria del mismo nombre, firmada por el escritor nipón Hori Tatsuo. Lejos de flirtear con temas belicistas que no han tenido ni tienen cabida en la obra de Miyakazi, de alguna manera encuentra el modo de adherirlo como parte de la historia que es, pero en un segundo plano casi anecdótico. Otros pedacitos de historia japonesa se dan cita igualmente en la cinta: la gran depresión o el terremoto de Kanto de 1923, ilustrado magistralmente en esas oleadas de sinuosos latigazos que asolan la tierra. Pero quizá, aparte de la carrera profesional del protagonista, habría que hacer especial mención a la conmovedora y trágica historia de amor que llega a emocionarnos tanto como pudieran hacerlo los mejores actores de carne y hueso. 

Carlos Pérez

The Wind Rises


When we hear that we have the last work of one of the greatest cinema directors, in this case, a genre that we could describe as more personal if possible (with permission of other very personal cinematic adventures) as it is the case of animated films; then, regardless of the intrinsic quality of the film, it is immediately wrapped in that embellished aura of sweet excitement that occurs when we are aware that we are savouring the last of those colourist sachets of sugar that gave us such a big satisfaction in the past.

It is in the recent 70th edition of the Venice Film Festival where the head of the Studio Ghibli, Koji Hoshino, announces the retirement of one of the greatest masters ever of animated films. We are talking about Hayao Miyazaki, creator of famous and prize-winning titles such as " Princess Mononoke", "Spirited Away", " Howl`s Moving Castle ", or this brand new "The Wind Rises", announced as the one closing this brilliant career.

In his latest animated adventure, the Japanese director rejects the advantages that digital technology offers to those who use it for the greater glory of sophisticated special effects´ lovers. Miyakazi prefers to establish that particular link that defines films as a kind of homage to comics, which are so present in his life, and that moved to the big screen his way to create characters taken from his own brush.

Without a doubt whatsoever, the visual aspect result is excellent; the chromatic spectacle, the perfectionist attention to detail, and the expressiveness of faces that transmit exactly what their creator wants to tell us. But also and above all, it is the story that pinpoints in each frame, perhaps the least fantastic of all his works despite several oeniric incursions in which we are immersed throughout the film, what takes the attracting attention when it comes to evaluate the final result.

The screenplay is based on a real character: the aeronautical engineer Jiro Horikhosi, who designed the combat aircraft involved in Pearl Harbor bombing. It is also based on the literary work of the same name, signed by the Japanese writer Hori Tatsuo. He is far from flirting with militaristic topics that haven´t neither hadn´t fit in the work of Miyakazi, but somehow he finds the way to attach it as a part of the story that in fact it is, but in an almost incidental background. The film also gathers other bits of Japanese history: the great depression or Kanto´s earthquake in 1923, brilliantly illustrated in these waves of sinuous lashes that devastate the Earth. But perhaps, besides the career of the protagonist, it should be made a special mention for the moving and tragic love story that comes to move us as much as the best flesh and bone actors could. 

Carlos Pérez

Translation review: Pilar Colomo

 

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