Jul 14, 2022

‘El club de los poetas muertos’, una crítica a la educación tradicional

La libertad de pensamiento o disfrutar del presente son algunas de las enseñanzas que deja esta película protagonizada por Robin Williams.

Victoria Sotomayor


Título original:
Dead Poets Society   

Dirección: Peter Weir               

Año: 1989

Duración: 124 minutos

Nacionalidad: EE. UU.

Género: Drama | Enseñanza

Guion: Tom Schulman

Distribuidora: Buena Vista Pictures Distribution

Productora: Touchstone Pictures, Silver Screen Partners IV

Reparto: Robin Williams, Robert Sean Leonard, Ethan Hawke, Josh Charles, Dylan Kussman, Gale Hansen, James Waterston, Allelon Ruggiero, Norman Lloyd, Kurtwood Smith, Melora Walters

Disponible en: Disney+

Existen numerosos aspectos por los que El club de los poetas muertos es una película memorable: las actuaciones, los personajes, la escena de ¡Oh, Capitán! ¡Mi Capitán!… Sin embargo, se podría decir que por lo que más destaca es que, a pesar de que han pasado más de treinta años desde su estreno, su moraleja y reflexión siguen siendo igual de válidas actualmente.

Los alumnos del elitista y estricto colegio privado Welton cambiarán su forma de pensar gracias al Señor Keating. Este les descubrirá la poesía, el significado del carpe diem y la importancia vital de luchar por alcanzar los sueños. Sin embargo, el hecho de que este excéntrico profesor despierte sus mentes por medio de métodos poco convencionales no gustará a todo el mundo.

A pesar de que la película recrea la sociedad de 1959, se puede corresponder al modelo educativo de 1989 -año en que fue estrenado el filme- y al actual, ya que en muchos sentidos sigue habiendo numerosas academias Welton. Es cierto que no son iguales. Ya no hay tanta severidad en los centros y los castigos físicos ya no se ejercen -o al menos no son lícitos-.

Sin embargo, en lo que sí se continúa persistiendo -y es donde la película pone el foco- es en un modelo tradicional de educación, donde lo puramente académico es lo único válido, la participación del alumnado es escasa y los exámenes se basan en recitar todo el contenido impartido durante las clases.



Pero todo cambia cuando John Keating -el nuevo profesor de literatura- se presenta ante su clase y cambia todos los estándares que los alumnos conocían, invitando también al espectador a unirse a ese viaje de aprendizaje, donde lo curricular no es lo único legítimo.

En lugar de abrir un libro, leer un poema de Walt Whitman y analizarlo verso a verso, Keating invita a su clase a salir del aula para ver las fotografías de antiguos alumnos. Alumnos ya graduados o incluso fallecidos por ser de promociones muy antiguas. Alumnos que en un momento fueron el reflejo de la juventud pero que ya no están ahí. Alumnos que ahora sirven de ejemplo para explicar la importancia del carpe diem, que todo pasa y nada permanece igual.

Con esto, Keating no solo está utilizando un método distinto de enseñanza para que los alumnos entiendan un concepto universal literario, también los está animando a vivir de la forma en que ellos desean. Porque solo se es joven una vez. Citando al propio Keating, “somos alimento para los gusanos. Lo creáis o no un día todos vamos a dejar de respirar, enfriarnos y morir”. Por ello, es mejor vivir como uno elija.



Sin embargo, esto no es lo único diferente que hace el profesor: da clases fuera del aula –porque el conocimiento procede de todos los lugares-, arranca una página de un libro porque no está de acuerdo con el autor -porque se puede tener una opinión distinta a la convencional- o anima a los alumnos a que escriban su propio poema -porque la literatura no solo procede de los estudiosos-.

Métodos que en la escuela Welton no se vieron con buenos ojos porque no era lo convencional, pero que estimularon de forma muy positiva a los alumnos. Tanto que ellos mismos, de forma libre, se interesaron y acercaron a la poesía. Y gracias a esto comenzaron a cuestionarse lo establecido, a querer ser dueños de sus vidas, a luchar por encontrar su propia voz…

Todo esto son valores positivos que hacen que esos alumnos vean de otro modo la vida y que hacen cuestionarse al espectador si esto podría ser también positivo para las generaciones que actualmente están estudiando. ¿Y si en lugar de permanecer sentados seis horas al día en su pupitre los alumnos hiciesen otra clase de actividades con las que igualmente aprendan? ¿Por qué no fomentar la creatividad de alumnado mediante ejercicios?

Al final, mientras que la academia quería prepararlos para la universidad, el objetivo de Keating era crear adultos libres de toda doctrina, prepararlos para ser dueños de su futuro, que tuviesen ambiciones y no fuesen conformistas. Aspectos que hacen que el “método Keating” pueda ser ideal para que los alumnos sean más libres y creativos y, de alguna forma, más humanos, sin la tendencia actual de memorizar hojas y hojas de texto.



Si la película es tan destacada es en buena medida por su guion, el cual ganó un Oscar. Es un texto ligero y simple que toda persona puede entender, pero a la vez es ingenioso con frases memorables que han pasado a la posteridad y que siguen haciendo reflexionar hoy en día. Y no solo eso. Todas las referencias literarias, así como las moralejas de Keating están perfectamente construidas.

Además, el guion junto con la actuación de los protagonistas permite ver a unos personajes completos. A diferencia de otras películas donde solo se dan pinceladas sobre el carácter de los protagonistas, en El club de los poetas muertos los personajes no están huecos, se llega a conocer a los adolescentes protagonistas. Cada uno tiene su historia y su desarrollo, y están escritos de una forma tan realista que el espectador es capaz de ponerse en su lugar.



Por otro lado, la química entre el elenco es palpable. No solo se percibe la buena relación entre unos jovencísimos Ethan Hawke y Robert Sean Leonard, sino que la atracción por el mundo de la literatura y por el arte consigue traspasar la pantalla.

Y es que los jóvenes son los verdaderos protagonistas del filme. Son quienes deben coger las riendas de su vida y tomar las decisiones pertinentes. Por su parte, el personaje de Keating es el catalizador. Como el capitán de un barco, orienta a sus alumnos sobre esas decisiones vitales que deben empezar a tomar, pero en ningún momento les dice lo que deben hacer.

Pese a no ser el protagonista en la propia historia, el trabajo de Robin Williams es simplemente hipnótico. Sus monólogos hacen que no se pueda apartar la vista de él, consiguiendo que el espectador ría y se emocione a partes iguales con las clases del Sr. Keating.

El club de los poetas muertos es una película que no dejará indiferente a nadie. Hará reflexionar al espectador sobre el sistema educativo y sobre el valor de luchar por las convicciones propias, incluso cuando eso significa estar en desacuerdo con lo que otros piensen.

Al fin y al cabo, es una película que representa que seguir el camino tradicional y el no dejar que los sueños se persigan pueden acabar con la vida de una persona.



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