La libertad de pensamiento o disfrutar del presente son algunas de las enseñanzas que deja esta película protagonizada por Robin Williams.
Victoria Sotomayor
Título original: Dead Poets Society
Dirección: Peter Weir
Año: 1989
Duración: 124 minutos
Nacionalidad: EE. UU.
Género: Drama | Enseñanza
Guion: Tom Schulman
Distribuidora: Buena Vista Pictures
Distribution
Productora: Touchstone Pictures, Silver
Screen Partners IV
Reparto: Robin Williams, Robert Sean
Leonard, Ethan Hawke, Josh Charles, Dylan Kussman, Gale Hansen, James Waterston,
Allelon Ruggiero, Norman Lloyd, Kurtwood Smith, Melora Walters
Disponible en: Disney+
Existen numerosos aspectos por los que El
club de los poetas muertos es una película memorable: las actuaciones,
los personajes, la escena de ¡Oh, Capitán! ¡Mi Capitán!… Sin embargo, se podría decir que por lo que más
destaca es que, a pesar de que han pasado más de treinta años desde su estreno,
su moraleja y reflexión siguen siendo igual de válidas actualmente.
Los alumnos del elitista y estricto colegio
privado Welton cambiarán su forma de pensar gracias al Señor Keating. Este les
descubrirá la poesía, el significado del carpe diem y la importancia
vital de luchar por alcanzar los sueños. Sin embargo, el hecho de que este
excéntrico profesor despierte sus mentes por medio de métodos poco
convencionales no gustará a todo el mundo.
A pesar de que la película recrea la sociedad de
1959, se puede corresponder al modelo educativo de 1989 -año en que fue
estrenado el filme- y al actual, ya que en muchos sentidos sigue habiendo
numerosas academias Welton. Es cierto que no son iguales. Ya no
hay tanta severidad en los centros y los castigos físicos ya no se ejercen -o
al menos no son lícitos-.
Sin embargo, en lo que sí
se continúa persistiendo -y es donde la película pone el foco- es en un
modelo tradicional de educación, donde lo puramente académico es lo único
válido, la participación del alumnado es escasa y los exámenes se basan en recitar
todo el contenido impartido durante las clases.
Pero todo cambia cuando John
Keating -el nuevo profesor de literatura- se presenta ante su clase y cambia
todos los estándares que los alumnos conocían, invitando también al
espectador a unirse a ese viaje de aprendizaje, donde lo curricular no es lo
único legítimo.
En lugar de abrir un
libro, leer un poema de Walt Whitman y analizarlo verso a verso, Keating invita
a su clase a salir del aula para ver las fotografías de antiguos alumnos.
Alumnos ya graduados o incluso fallecidos por ser de promociones muy antiguas.
Alumnos que en un momento fueron el reflejo de la juventud pero que ya no están
ahí. Alumnos que ahora sirven de ejemplo para explicar la importancia del carpe
diem, que todo pasa y nada permanece igual.
Con esto, Keating no solo
está utilizando un método distinto de enseñanza para que los alumnos entiendan un
concepto universal literario, también los está animando a vivir de la forma
en que ellos desean. Porque solo se es joven una vez. Citando al propio
Keating, “somos
alimento para los gusanos. Lo creáis o no un día todos vamos a dejar de
respirar, enfriarnos y morir”. Por ello, es mejor vivir como uno elija.
Sin embargo, esto no es lo
único diferente que hace el profesor: da clases fuera del aula –porque el
conocimiento procede de todos los lugares-, arranca una página de un libro
porque no está de acuerdo con el autor -porque se puede tener una opinión
distinta a la convencional- o anima a los alumnos a que escriban su propio
poema -porque la literatura no solo procede de los estudiosos-.
Métodos que en la escuela
Welton no se vieron con buenos ojos porque no era lo convencional, pero que
estimularon de forma muy positiva a los alumnos. Tanto que ellos mismos, de
forma libre, se interesaron y acercaron a la poesía. Y gracias a esto comenzaron
a cuestionarse lo establecido, a querer ser dueños de sus vidas, a luchar por
encontrar su propia voz…
Todo esto son valores
positivos que hacen que esos alumnos vean de otro modo la vida y que hacen
cuestionarse al espectador si esto podría ser también positivo para las
generaciones que actualmente están estudiando. ¿Y si en lugar de permanecer
sentados seis horas al día en su pupitre los alumnos hiciesen otra clase de
actividades con las que igualmente aprendan? ¿Por qué no fomentar la
creatividad de alumnado mediante ejercicios?
Al final, mientras que la
academia quería prepararlos para la universidad, el objetivo de Keating era
crear adultos libres de toda doctrina, prepararlos para ser dueños de su
futuro, que tuviesen ambiciones y no fuesen conformistas. Aspectos que hacen
que el “método Keating” pueda ser ideal para que los alumnos sean más libres y
creativos y, de alguna forma, más humanos, sin la tendencia actual de memorizar
hojas y hojas de texto.
Si la película es tan destacada
es en buena medida por su guion, el cual ganó un Oscar. Es
un texto ligero y simple que toda persona puede entender, pero a la vez es ingenioso
con frases memorables que han pasado a la posteridad y que siguen haciendo
reflexionar hoy en día. Y no solo eso. Todas las referencias literarias, así
como las moralejas de Keating están perfectamente construidas.
Además, el guion junto
con la actuación de los protagonistas permite ver a unos personajes completos.
A diferencia de otras películas donde solo se dan pinceladas sobre el carácter
de los protagonistas, en El club de los poetas muertos los personajes
no están huecos, se llega a conocer a los adolescentes protagonistas. Cada
uno tiene su historia y su desarrollo, y están escritos de una forma tan
realista que el espectador es capaz de ponerse en su lugar.
Por otro lado, la química
entre el elenco es palpable. No solo se percibe la buena relación entre unos
jovencísimos Ethan
Hawke y Robert Sean Leonard,
sino que la atracción por el mundo de la literatura y por el arte consigue
traspasar la pantalla.
Y es que los jóvenes son
los verdaderos protagonistas del filme. Son quienes deben coger las riendas de
su vida y tomar las decisiones pertinentes. Por su parte, el personaje de
Keating es el catalizador. Como el capitán de un barco, orienta a sus alumnos
sobre esas decisiones vitales que deben empezar a tomar, pero en ningún momento
les dice lo que deben hacer.
Pese a no ser el
protagonista en la propia historia, el trabajo de Robin Williams es
simplemente hipnótico. Sus monólogos hacen que no se pueda apartar la
vista de él, consiguiendo que el espectador ría y se emocione a partes iguales con
las clases del Sr. Keating.
El club de los poetas
muertos es una película que no dejará indiferente a nadie.
Hará reflexionar al espectador sobre el sistema educativo y sobre el valor de luchar
por las convicciones propias, incluso cuando eso significa estar en desacuerdo
con lo que otros piensen.
Al fin y al cabo, es una
película que representa que seguir el camino tradicional y el no dejar que los
sueños se persigan pueden acabar con la vida de una persona.
No comments:
Post a Comment