La institución aprovechó la conferencia para proyectar El dirigible (1994), película debutante de la productora.
Victoria Sotomayor
La Casa América está
de celebración. Este 2022 cumple 30 años de historia y durante estos meses está
organizando una multitud de eventos. Conferencias sociales, exposiciones culturales
y otras actividades del estilo tienen como objetivo reivindicar esta unión
entre España y América Latina.
Entre estos eventos
destacan las proyecciones
cinematográficas de “películas destacadas, antiguas o no
tan antiguas, que han marcado en algún sentido el cine latinoamericano durante
el tiempo de vida de Casa América”, expone Luis Prados, el director de programación.
En muchas ocasiones estas proyecciones vienen acompañadas de charlas con alguno
de los implicados del filme en cuestión. Estos hablan “desde una óptica muy
personal, de su visión de lo que es el cine latinoamericano para ellos y cuál
es su relación particular”, refiere Prados. Este evento cinematográfico ha sido
bautizado como Carta de amor al cine iberoamericano.
El 20 de junio fue
el turno de Mariela
Besuievsky, productora uruguaya de más de 150
títulos. Entre estos destacan El secreto de sus ojos (2009) o El hombre
que mató a Don Quijote (2018), dos de sus películas más
reconocidas por la crítica.
La productora comenzó la
charla dedicando su “carta de amor” al documentalista David “Coco” Blaustein.
Una carta de amor definida por ella misma como sui géneris porque estaba
repleta de recuerdos, dedicatorias y flashbacks de películas que la marcaron. De
hecho, comenzó su carta narrando sus inicios en este mundo: “Nunca había
pensado dedicarme al cine, la verdad. Mi sueño era -y sigue siendo- ser bailarina,
pero cuando vi que no pasaba de unos pequeños festivales familiares, decidí que
iba a buscar por el lado de ser actriz”, reconocía la productora.
Con su primer papel vino el interés por el detrás de las cámaras. Besuievsky contó cómo en cuanto terminaba de grabar sus escenas, subía corriendo a la sala de montaje donde se encerraba durante horas con el director para ver cómo juntaba todo. “Esa experiencia me entusiasmó tanto que me hablaron de la escuela de San Antonio de los Baños (Cuba), donde se enseñaba cine, y ahí me dirigí tras varias peripecias. Quería aprender más para seguir actuando, pero el mundo que descubrí en San Antonio de los Baños me distrajo completamente del camino que me había trazado”.
Ver películas y conocer
la visión de cineastas amateurs hizo que se replantease el rumbo de su
carrera. Pero lo que finalmente aprendió fue que se podía hacer cine. “Si en
muchos países de Latinoamérica se hacía, por qué no en Uruguay”. Así nació la
productora formada por todos los uruguayos que allí se encontraban.
Esta misma organización
fue la que consiguió desarrollar El dirigible (1994) de Pablo
Dotta, el primer largometraje producido por Besuievsky. La película fue
seleccionada para el Festival
de Cannes en la Semana de la Crítica y según
Besuievsky, la cinta fue una revolución en Uruguay. “Ayudó a que otros creyeran
que hacer cine era posible, a que se fundara el Instituto de Cine y a que lo
que ya se estaba gestando a nivel audiovisual, madurara y diera sus frutos”,
afirmó.
Tras el éxito de El
dirigible, vino a España y comenzó a trabajar con Fernando Herrero,
quien le enseñó a “amar esta profesión”. Poco a poco, Besuievsky y su equipo
aumentaron el número de coproducciones hasta superar las 90, creando un fuerte
vínculo entre los productores de distintos países latinoamericanos.
La charla continuó con Besuievsky mostrando algunos fragmentos de películas que cambiaron su relación con el cine. “Ya sea por sus circunstancias o temas que tocan, me hicieron sentir que estaban contando parte de nuestra historia, abriendo una ventana a la gente y a nuevas generaciones que pudieran asomarse para saber más de lo que pasó o a divertirse con la realidad llevada al absurdo”.
Así, Besuievsky hizo un
repaso por Botín de guerra (David Blaustein, 2000), Hermanas (Julia
Solomonoff, 2005), Lista de espera (Juan Carlos Tabío, 2000), Todos
tenemos un plan (Ana Piterbarg, 2012), El último tren (Diego
Arsuaga, 2002), La noche de 12 años (Álvaro Brechner, 2018) y El
secreto de sus ojos (Juan José Campanella, 2009).
El dirigible
El evento acabó con la
proyección de El dirigible (1994) de Pablo Dotta. El mismo
director mandó a la Casa América un audio como presentación de la película, donde
entre otras cosas la introducía como “un acto de amor”.
Por su parte, Besuievsky reconoció que este filme fue “el pistoletazo de salida” de sus carreras y mencionó la polémica por la “narrativa nada convencional a su época”. Sin embargo, también explicó que esta hizo “que se dinamizara el panorama audiovisual” del país.
Sinopsis de El
dirigible: Baltasar Brum, expresidente de Uruguay,
se suicidó en presencia de numerosos fotógrafos, pero no hay ninguna imagen del
instante preciso del suicidio. Una joven, que se dice francesa, entrevista al
famoso escritor uruguayo Juan Carlos Onetti. Ella afirma que la entrevista fue
hecha en Montevideo de forma incógnita cuando el escritor volvió tras muchos
años de exilio voluntario. Pero estas imágenes también han desaparecido. ¿Cuál
es la identidad de un país sin memoria de las imágenes de su propia historia?
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